sábado, 29 de marzo de 2008

Los Dialogos de Amor, de León Hebreo

No se puede desear y amar al mismo tiempo, le dice Sofía a Filón en el primer diálogo de esta obra que, a pesar de haberse publicado por primera vez en 1535, sigue teniendo una sorprendente frescura intelectual. El deseo, argumenta Sofía, se da cuando no se posee el objeto ansiado, mientras que el amor consiste en la posesión de dicho objeto. El deseo precede al amor y desaparece una vez que se logra la cosa deseada. El amor nace del mismo objeto amado, mientras que el deseo es el afán de adquirirlo. Desear y amar serían, pues, términos contradictorios, algo que Filón cuestiona, señalando que el conocimiento es anterior al deseo y que no se puede desear -por lo tanto amar- aquello que desconocemos.
La discusión, que sigue el modelo de los diálogos platónicos, es fascinante, porque el lector sopesa uno y otro argumento, poniéndolo en relación con su propia experiencia personal. Todos somos producto y padecemos la sed infinita del deseo. Y todos pensamos que la realización plena del amor consiste en la posesión, tal vez sería mejor decir la identificación, con el objeto amado. La pregunta flota en la mente, ¿acaso no podemos desear lo que ni siquiera sabemos que existe, la persona que no conocemos y quizás nunca encontraremos? Y, de llegar a conocerla y encontrarla, una vez que la tengamos en el sentido noble de la palabra, ¿dejaríamos de desearla?, ¿dejaríamos más tarde de amarla para ceder al impulso de un nuevo deseo?
Filón, apoyándose en Aristóteles, apunta que hay diferentes clases de cosas deseadas, por ejemplo las útiles y las deleitables. El deseo por las cosas útiles termina cuando éstas cumplen su función utilitaria, mientras que el de las deleitables permanece, ya que el deleite que proporcionan no se agota, sino que puede demandar su constante reiteración. De ahí que lleguen a coexistir el deseo (por lo deleitable) y el amor (en la posesión), un ideal que en mi opinión en muy escasas ocasiones se realiza, pero por el que valdría la pena atravesar las puertas del infierno.
León Hebreo nació en Lisboa hacia 1460 ó 1470, no se sabe con exactitud. Cinco siglos y medio después, mientras escribo una novela que, entre otras cosas, trata sobre el viejo tema del amor, encuentro en estos Diálogos… la aguda interrogación sobre la dulce angustia que define al ser humano.

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