sábado, 17 de octubre de 2009

Como yo te he leído

Mi amigo, don Miguel de Unamuno, a quien conocí en una novela, escribió alguna vez acerca de lo que llamó la intrahistoria, para referirse a la vida tradicional, que sirve de aparente decorado a la historia más visible. Decía el autor del famoso ensayo En torno al casticismo, que la intrahistoria es todo aquello que ocurre pero no publican los periódicos. Es decir, lo que sucede en la sombra, en el discreto espacio de lo privado, al que muchas veces no accede la historia oficial. Porque en el tálamo regio, en el jergón de una choza, o en las simples circunstancias de una celebración familiar, los olvidados de siempre desatan, aún sin saberlo, una cadena de acontecimientos cuyo desenlace se inscribe en los grandes episodios que los cronistas registran con exhaustivo rigor. Ése es precisamente el lugar que redescubre Erma Cárdemas: el punto ignorado pero cierto, muchas veces secreto, donde los héroes, los antihéroes, las doncellas y los seres comunes de carne y hueso que nunca han sido coronados de laureles, se sientan a platicar, hacen el amor, escriben cartas privadas, rezan, cocinan o duermen la siesta de los justos. El mundo soslayado, pero humano, más que humano, de la intrahistoria.
"Como yo te he querido. Historia de amor entre Concepción Lombardo y Miguel Miramón", la última obra publicada de esta notable escritora mexicana, se inscribe cabalmente en dicho concepto unamuniano, al ir más allá de los límites tradicionales entre biografía, testimonio y novela, así como entre historia y literatura, para adentrarnos en la vida íntima de dos personajes que se conocieron y amaron en la convulsas circunstancias del siglo XIX mexicano. Erma Cárdenas se atreve en este libro a leer las Memorias de Concepción Lombardo, la esposa de Miguel Miramón, desde la carne, los huesos y el corazón en vilo de aquella mujer enamorada y testigo de su tiempo, pero también con la perspectiva del siglo XXI, cuando el ayer, que parece estar dicho y congelado en los textos oficiales, necesita ser revisitado para entender el presente y atisbar el futuro. Y Erma no sólo lee aquellas Memorias, sino que las comenta, las completa, y en gran medida las reinterpreta, en un ejercicio de actualización apasionada y fiel que nos obliga a repensar los hechos de entonces, amando también a quien supo amar, y por su amor persiste y en la letra existe.
Una de las mayores virtudes del texto que aquí presentamos es que podemos verlo como una página más, e indispensable, de la historia de México, y a la vez como una novela colmada de episodios dramáticos, dominados por el soplo terrible de la tragedia, con personajes enfrentados de manera inevitable al juego caprichoso del destino, moviéndose hacia un desenlace fatal. Por lo que respecta a la Historia, con mayúscula, la autora respeta cuidadosamente el sentido del término, que implica, desde los griegos, la narración de los hechos humanos y los hechos en sí, la realidad tal como Concepción Lombardo asegura ocurrió. Enseguida el lector advierte la parcialidad de la narradora, que intenta reconstruir objetivamente un pasado por definición efímero, ya ido, perdido en las volutas de su memoria. Hay, sin embargo, una magia en estos recuerdos, una relación íntima entre la voluntad de reconfigurar los hechos, esto es, el intento de registrar su verdad, y la idealización de un fuego cuyas llamas vitales se apagaron para siempre y sólo quedaron en la adoración de su imagen. La reescritura de aquel pasado es, en manos de Erma Cárdenas, el pilar donde se asienta la posibilidad de la ilusión, es decir la Literatura, también con mayúscula. Lo pretérito sigue vigente, aunque en constante revisión, nos dice la autora, para que el aquí y el ahora tengan razón de ser, y para que el hombre –objeto y sujeto del azar, la fatalidad, el hado, la suerte, el destino– entienda finalmente que, así como la esposa del general Miramón, es sólo sueño, hechura de la fantasía.
Erma Cárdenas sabe, y aquí lo demuestra con creces, que la Literatura es una reelaboración de la realidad, una especie de creación de segundo grado que, en la invención, fabrica una realidad alterna, asequible solamente por medio de las palabras, esas contraseñas que abren sinuosos pasadizos hacia mundos distintos, fingidos pero verídicos, donde los hechos objetivos y duros se subordinan al eterno deseo de volar al infinito. Desde sus orígenes, la Literatura ha sido un cuento de hadas y demonios, sueños y esperanzas, y la Historia un recuento de infortunios y glorias pasajeras; torres construidas para alcanzar los cielos, batallas perdidas en caballos de Troya. Como yo te he querido conjuga hábilmente ambas disciplinas en apariencia distintas pero en verdad fundadas en el mismo asombro ante la vida que fue, pudo ser, acaso sería, de haber sido otro tiempo.
En la Historia está la totalidad de las creaciones humanas, y en consecuencia la Literatura nace, respira y fructifica en la historia, es histórica por necesidad, y por esencia dinamiza y enriquece la historia. Pero son campos diferentes que, por rutas distintas, intentan desentrañar el misterio mayor de existir, la eterna pregunta del por qué y el para qué, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Hizo bien Aristóteles al oponer el historiador al poeta, porque este último busca representar lo universal, “las cosas como podrían acaecer según verosímil necesidad”, mientras que el historiador se dedica a representar “las cosas realmente acaecidas”, es decir, lo particular, por ejemplo lo que hizo Aquiles en la famosa batalla. Así, el testimonio de la Lombardo, el texto vigoroso de Cárdenas, la Literatura, no pueden ser la reproducción exacta de los hechos que a más de un siglo y medio de distancia se disolvieron en la nada del tiempo. Por el contrario, el logro de este rescate literario es la revelación de una realidad oculta, virtual, que coexistió junto a la circunstancia evidente; la presentación de un mundo paralelo donde tal vez ocurrió una Historia gemela, esa fantasía borgesiana que la mecánica cuántica considera posible.
"Como yo te he querido" demuestra, una vez más, que no se pueden deslindar ni oponer la Historia y la Literatura, estos dos cuerpos del entendimiento humano, que son en verdad amantes secretos y hacen el amor a oscuras para engendrar las fábulas que mueven al mundo,. La Historia es el registro del Tiempo, donde irremediablemente existimos, y el tiempo es la esencia de la novela, el espacio donde se manifiesta la Poesía, la imagen que precede la realización de lo humano. Compañeras de viaje, cómplices de una misma ficción, la Historia y la Literatura se polinizan mutuamente, y son como Jano, aquel hijo de Saturno y Entoria cuya cabeza solía representarse con dos rostros, que miraban y conocían lo pasado y lo porvenir.
Finalmente, tras la lectura de esta obra, me atrevería a proponer que, vistas las cosas de cerca, todo forma parte de la Teología, la mítica o fabulosa teología que San Agustín definió como propia de los poetas, porque admite muchas ficciones y va más allá de lo que los dioses son y los ciudadanos deben conocer y practicar. La Historia y la Literatura son, en última instancia, ramas de la Fe, de la creencia y la confianza en la palabra, en la revelación de la belleza; la Fe que implica una firme seguridad de lo que esperamos y la confianza en lo que no vemos todavía. Porque Concepción Lombardo, en la voz admirable de Erma Cárdenas, parece decirnos que escribir es un acto de Fe, de amor y memoria.

Miguel Cossío Woodward
micossio@yahoo.com

16 de octubre de 2009

martes, 21 de julio de 2009

Curso de Otoño, 2009

Los grandes y los nuevos en la literatura latinoamericana actual

Presentación:
El curso rinde homenaje y recupera, por una parte, varias obras maestras (algunas póstumas) de grandes escritores latinoamericanos del fin del siglo XX, como el uruguayo Juan Carlos Onetti, el argentino Julio Cortázar y el paraguayo Augusto Roa Bastos, al tiempo que se propone reconocer la importancia y el afán de renovación en los nuevos autores del siglo XXI, como la colombiana Laura Restrepo, el mexicano César Güemes y el argentino Andrés Neumann.
Está estructurado en tres partes, a saber:
I. Homenaje a Juan Carlos Onetti.(1909-1994)
En julio de este 2009 se celebra el centenario del nacimiento del gran escritor uruguayo, acreedor, entre otros, al Premio Cervantes de Literatura 1980. Se analizarán dos de sus obras más importantes: El Astillero (España: Salvat Ediciones, 1970) y Junta cadáveres (Barcelona: Seix Barral S.A, Colección Obras maestras del siglo XX, 1985). Se comentarán asimismo a la luz del ensayo de Mario Vargas Llosa El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (México: Editorial Alfaguara, 2009).
II. Últimas obras y Papeles póstumos
Se comentará la última novela del paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005), Premio Cervantes de Literatura 1989, titulada Madama Sui (México: Alfaguara, 2009, Colección Grandes Maestros de la Literatura Iberoamericana. y una selección de Papeles inesperados, del gran escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984), textos recientemente encontrados en una vieja cómoda por su viuda y publicados en México por Santillana Ediciones Generales S.L., 2009.
III. Los más recientes
Tres novelas recientemente publicadas: Demasiados héroes, de la colombiana Laura Restrepo (1950), Premio Alfaguara de Novela 2004; El viajero del siglo, Premio Alfaguara de Novela 2009, del argentino Andrés Neumann (1977); y Cinco balas para Manuel Acuña, del mexicano César Güemes (1963).
Método:
Los participantes leerán las obras y expresarán sus opiniones, comentarios, preguntas y dudas en las respectivas sesiones. Teniendo en cuenta la extensión de las obras, se considerará el tiempo necesario para la lectura de cada una. El profesor ofrecerá orientaciones y comentarios acerca de cada obra y de sus autores, a fin de propiciar el mayor aprovechamiento estético y cultural de las lecturas.
Datos del profesor:
Miguel Cossío Woodward es novelista, Premio Internacional Casa de las Américas, y crítico literario. Es Doctor en Letras Modernas y profesor en el Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana desde hace más de quince años.
Para consulta y aclaraciones:
micossio@yahoo.com

jueves, 19 de marzo de 2009

Mi nuevo curso: Últimas tendencias de la literatura latinoamericana

Últimas tendencias de la literatura latinoamericana.
Más allá del realismo mágico.
Lectura y discusión de diez obras significativas en las últimas décadas.
El éxito de la llamada literatura del boom latinoamericano promovió a nivel internacional a grandes escritores como García Márquez, Cortázar, Carpentier y otros que alcanzaron merecida fama a mediados de los años sesenta del siglo veinte. Este auge de la literatura latinoamericana impulsó cierta tendencia a enmarcar también las obras de otros autores de la región dentro del realismo mágico, lo fantástico o la nueva novela histórica Sin embargo, en las últimas décadas numerosos escritores de la América Latina y el Brasil publicaron novelas de rango universal, premiadas y valoradas por la crítica más rigurosa, que no coincidían exactamente con los modelos establecidos en el paradigma del boom.
Frente al éxito editorial de aquellos autores de los sesenta y los setenta, la relativamente insuficiente difusión, la competencia en los mercados de la lectura y otros factores, han limitado la apreciación de un conjunto de obras y autores latinoamericanos y brasileños que exploran actualmente caminos distintos para la expresión literaria.
El objetivo del presente curso es propiciar un acercamiento a las últimas tendencias de la literatura latinoamericana, a la luz de la lectura y la discusión de diez obras significativas publicadas hasta el 2008 por autores de diversos países de la región. Se adjunta el Temario, la relación de obras y autores, así como una breve referencia biobibliografía.
El ritmo y orientación de la lectura será conducido por el Coordinador del curso, Miguel Cossío Woodward. Doctor en Letras Modernas y Profesor en la Universidad Iberoamericana.
Temario del curso
Últimas tendencias de la literatura latinoamericana.
Más allá del realismo mágico
1. Tema: La novela desde la poesía.
Obra: El cuerpo de Giulia-no, México: Editorial Joaquín Mortiz, 1971. Hay reedición por la Editorial Magenta.
Autor: Jorge Eduardo Eielson (Perú, 1924-Milán, 2006). Pintor, poeta, novelista, uno de los más relevantes escritores y artistas peruanos de la segunda mitad del siglo veinte. Su obra se destaca por la pureza de la expresión poética
2. Tema: El pretexto de la novela policiaca para la construcción de la obra de arte literaria.
Obra: Los detectives salvajes, México: Editorial Anagrama, 1999
Autor: Roberto Bolaño (Chile, 1953-Barcelona, 2003). Escritor excepcional, muy prolífico en su relativamente breve existencia. Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 1998, Premio Herralde, póstumo
3.Tema: El palimpsesto y la nueva imaginación de la novela.
Obra: El mundo alucinante, México: Tusquets ediciones, 2003
Autor: Reynaldo Arenas (Cuba, 1943- Nueva York, 1990). Autor maldito y renovador del lenguaje neobarroco. Poeta, dramaturgo y ensayista.
4. Tema: La relación entre la mujer y el hombre, algo de amor y mucho de ser.
Obra: Aprendizaje o el Libro de los placeres, Barcelona: Ediciones Siruela, 1989
Autora: Clarice Lispector (Ucrania-Brasil, 1920. Brasil, 1967). Escritora de fama universal, considerada como la Virginia Woolf latinoamericana..
5. Tema: Historia, ficción, ensayo, recreación e imagen literaria.
Obra: Respiración artificial. México: Tercer Mundo Ediciones, 1980
Autor: Ricardo Piglia (Argentina, 1960). Uno de los escritores más destacados en los últimos años. Crítico literario, ensayista, profesor universitario en Princenton. Autor de una de las novelas más innovadoras de la década de los noventa. Premio Planeta 1997
6. Tema: El juego lúdico entre la realidad y la ficción, la experimentación artística y la incorporación de protocolos apócrifos
Obra: Salón de belleza; Efecto invernadero, y otros relatos en: México: Obra reunida, Editorial Alfaguara, 2005
Autor: Mario Bellatin (México, 1960). Escritor original y arriesgado que intenta crear universos paralelos en desafío de la lógica realista. Finalista del Premio Medicis, Francia, 2000. Premio Xavier Villaurrutia, México, 2000. Premio Mazatlán, México, 2008
7. Tema: La muchacha y el dictador, corrupción prostitución, poder y amor imposible. Belleza y sabiduría en el sur de la literatura.
Obra: Madama Sui, Barcelona: Seix Barral, 1995
Autor: Augusto Roa Bastos (Paraguai, 1917-2005). Autor de obras excepcionales, una de las figuras claves del post-boom latinoamericano. Premio Losada, España, 1959. Premio Memorial de América Latina (Brasil, 1988). Premio Cervantes de Literatura, España, 1989.
8. Tema: El estilo, la fábula, el delirio y la desintegración en el paisaje desolado y mítico de un mundo apasionante.
Obra: La ocasión, Buenos Aires: Alianza Editorial, 1988.
Autor: Juan José Saer (Argentina, 1937 – París, 2005). Narrador riguroso y solitario, de espaldas al boom, considerado uno de los escritores más brillantes de las últimas décadas en cualquier lengua. Premio Nadal, España, 1987
9. Tema: La pasión, el deseo y la obsesión de apresar sexo y belleza en la realidad y la imagen de lo efímero.
Obra: El amor es una droga dura, Barcelona: Seix-Barral, 1999
Autora: Cristina Peri Rossi (Uruguay, 1941). Una de las escritoras contemporáneas más brillantes, su obra ha sido traducida a quince lenguas. Poeta, ensayista, novelista, Beca Guggenheim 1994, traductora de Clarice Lispector, Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe por su poemario "Play Station", 2008
10. Tema: La novela policiaca revisitada a la luz del narcotráfico, el espionaje y la corrupción, donde se confunden el bien y el mal, con tensión, ironía y humor
Obra: El cielo llora por mí, México: Editorial Alfaguara, 2008
Autor: Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942). El narrador más destacado de Centroamérica, uno de los más prolíficos y reconocidos a nivel internacional. Premio Dashiel Hammet, España, 1988, Premio Laure Bataillon, Francia, 1989, Premio Alfaguara, 1998.

jueves, 12 de marzo de 2009

Prólogo a "Entre el torrente y el pedregal", novela de Stella Khabié.Rayek

Donde se habla de amor y guerra
Stella Rayek escribe en azul y el libro que el lector tiene en sus manos es opalescente y redondo como el globo en el que ahora viajamos. Sus hojas son piezas de un voluptuoso ajedrez donde la imaginación es la reina y la reflexión un alfil. Ella narra la existencia en un soplo de ideas, y nos hace pensar en los grandes temas de nuestro tiempo, que es el siempre del tiempo. En esta nueva novela perfila de un trazo el mapa del orbe, dividido por las palabras que un mismo Dios pronunció y los hombres oyeron en idiomas distintos. Cuenta la historia de pasión y locura escondida tras velos de tradiciones y creencias que a veces separan, sin razón alguna, a hermanos, amantes, familias y pueblos. Habla de la guerra que disgrega y mata, de la imborrable herida del Holocausto, y de los judíos que perviven en el caos de Irak. Todo lo teje con el hilo de la poesía y la aguja punzante de la realidad, para mostrarnos la impetuosa avenida de la muchedumbre que busca la respuesta imposible a la esencia del ser.
Nos encontramos frente a un texto que, como sábana virgen, se extiende ante nosotros para hacer el amor y reconciliarnos tal vez con el sinsentido del mundo. Aquí nos adentramos en la aventura de quienes recorren las tierras en pugna de la Palestina, o van por las montañas de Turquía, o marchan entre las bombas de Bagdad, bajo el pedregal donde duermen las generaciones perdidas; más allá, en otra parte que es sin embargo el mismo lugar en el que habita la vida y acecha la muerte. Están en estas páginas la casa prometida de Israel y el libro sagrado del Corán, las religiosidades opuestas que se encuentran cuando dos hombres coinciden volando entre nubes de Oriente a Occidente. Con breves pinceladas, Stella Rayek retrata asimismo las migraciones humanas de un lado a otro del planeta cada vez más globalizado, más interrelacionado, conflictivo y pequeño. Aparece en esta obra Ini, la china que huye con su familia de un tsunami y se adapta al movimiento febril de una trepidante ciudad italiana, mientras que, en sentido inverso, una mujer lleva a su nieto adolescente desde San Diego a la capital iraquí, nostalgia de sus raíces.
Entre el torrente y el pedregal es una novela que sutilmente interpreta las causas profundas de los conflictos actuales, fijando la mirada en el microcosmos de lo cotidiano para descubrir las coordenadas del conglomerado social. Todo se explica al observar por una ventana el universo blanco de la Mujer blanca; al escuchar un momento el latir salvaje de quien ama a Raquel ojos azules; o cuando seguimos los pasos del hombre que viene de Smirna tras la Francesca cuyo amor es una esfera negra y un cuervo en la calle del olvido. La historia, ésa que absurdamente se escribe con mayúscula, se encierra en la piedra de un anillo que en el dedo nos quema, y nada hay nuevo bajo el sol, más allá del Bósforo y del cielo, el espacio que inventan Nadia y Omar, los muchos personajes que pueblan esta obra.
En todas partes, sugiere la autora, el ser humano padece idéntica soledad, sufre igual necesidad de comunicarse, lleva en el costado izquierdo la misma llaga de amor insatisfecho. Es preciso que un día redescubra, bajo el pedregal, la pura permanencia, el corazón con que vive y la sangre que nos une como hijos de Adán. Por encima de la crueldad y de la destrucción, nuestra civilización debe renovar la humildad de Ester y el perdón de Ismael; hay que marchar al encuentro de las raíces comunes que nutren el árbol de la verdad y la paz fundamental.
Esta obra huele a azafrán y sabe a pimienta, está hecho en el horno donde se cuece el pan árabe, servido con los frutos de la tierra bendita de los padres nuestros, aderezado con semillas de cardamomo para el café de la tarde. Es, finalmente, un libro construido con la fragante madera de los cedros del Líbano, aquella con la que un día, en devota oración, se edificó el primer Templo de Jerusalén. Una novela de gran madurez literaria con la que Stella Rayek nos invita a buscar, más allá del terror, del dolor y la guerra, la luz que ilumina, el amor que nos salva.

© Miguel Cossío Woodward

domingo, 8 de febrero de 2009

Juan Bosch, cien años de siempre

Juan Bosch, cien años de siempre
El mundo era diferente hace cien años, cuando nació Juan Bosch en La Vega, República Dominicana, el prodigioso escenario por donde empezó el Nuevo Mundo. En 1909, la antigua Quisqueya había atravesado un largo y doloroso proceso histórico de colonización, partición, independencia, subyugación y tiranía que no pudieron impedir Juan Pablo Duarte y los demás fundadores de la nacionalidad dominicana. Muy temprano advirtió el joven Bosch que el mito de Pandora, hecho realidad en su tierra natal, no se reducía a la apertura de todos los Males del universo, en este caso el analfabetismo, el atraso secular, la supeditación al invasor o al caudillo local, sino que en el fondo de aquella mítica caja debía buscar la mariposa azul de la Esperanza. Era necesario elegir entre la aceptación pasiva de la situación o la lucha consecuente por la transformación positiva de la realidad.
Poco antes, Eugenio María de Hostos había fundado la Escuela Normal, impulsando notablemente la educación en el país que siempre consideró como su segunda patria. Todavía vivía Manuel de Jesús Galván, autor del Enriquillo, monumento de la literatura dominicana. Pedro Henríquez Ureña se encontraba en México, donde fue, sin lugar a dudas, una figura central de inspiración para el grupo de jóvenes que con el Ateneo abrirían aquí las rutas de la modernidad. En torno a esa primera década del Veinte nacieron el también dominicano Manuel del Cabral; el puertorriqueño Luis Palés Matos, el haitiano Jacques Roumain, los cubanos Alejo Carpentier y José Lezama Lima, el martiniqués Aimée Cesaire y otros muchos poetas, escritores e intelectuales que iban a colocar al Caribe -frontera de todos los imperios, como lo describió el propio Bosch muchos años después-, en punto de intersección y renovación de la cultura latinoamericana.
Entre ellos iba a figurar este noble caribeño, sólido y frondoso como la ceiba sagrada; rebelde en la acción; audaz en el pensamiento y libre en el arte de imaginar lo imposible posible. Juan Bosch llegó a ser, y es, una de esas ricas y complejas personalidades que se dan en las Antillas, para asombro de quienes sólo ven en las islas la imagen superficial de palmeras y playas; y para legítimo orgullo de sus pobladores, que pueden exhibir, como en pocas regiones, una pléyade de ideólogos, revolucionarios, intelectuales y artistas de rango universal. Fue escritor y político: quiso, como Rimbaud, cambiar la vida; soñó, siguiendo a Marx, con transformar el mundo. Le llamaron Profesor, pero su principal enseñanza no estuvo en las aulas, sino en el inmenso salón de nuestra América. Fue narrador, ensayista, educador, orador, historiador, sociólogo, estadista, hombre de su tiempo y su geografía humana. Se opuso al Chivo, al Trujillo de siniestros entorchados, quien lo persiguió por encarnar a la conciencia verdadera de un pueblo entero. Vivió Bosch veintitrés años en el exilio, pero a todas partes llevó la valija de su patria perfumada, y con el pulso itinerante de su pluma trazó la imagen de estas naciones mestizas de culturas, calderas de utopías. Dejó la inmensa huella de la vida y la obra comprometidas con el destino de este archipiélago de luces y sombras por donde aparece con la aurora el arcoíris.
Largo tiempo residió en Cuba, siguiendo una hermosa tradición que hermana nuestras islas y territorios, de modo que en ellos nunca se es extranjero, ni por el habla, costumbres, tambores, paisajes e ilusiones, que todos somos los mismos, hijos de españoles, de negros, indios y mulatos, finalmente de Adán con algún trago de ron. A Cuba emigraron, desde Santo Domingo, los padres de José María Heredia, el gran poeta romántico del siglo XIX, quien a su vez se exilió y murió en México. Allí alcanzó la gloria militar Máximo Gómez, jefe del Ejército Libertador, otro dominicano, de quien el propio Bosch escribió una biografía. Y en Cuba forjó Bosch muchos de sus cuentos excepcionales, dejando con su obra un modelo de intelectual comprometido no sólo con los temas y problemas sociales, sino también con el rigor y la maestría artística. No le conocí entonces, porque a partir de los años sesenta el Profesor regresó a la República Dominicana y se dedicó en cuerpo y alma a la política. Pero tiempo después, sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, publicados en Caracas en 1958, se convirtieron en biblia y fuente de inspiración para mi generación de incipientes escritores, un texto que espero lo siga siendo para todo latinoamericano urgido por la dulce angustia de escribir y que, como Vallejo, lo quiere hacer pero le sale espuma.
La obra literaria de Juan Bosch abarca un amplio espectro de géneros y temas, tales como los estudios y ensayos sociológicos e históricos; las biografías; los escritos políticos y hasta obras teológicas, que lo caracterizan como una de esas personalidades deslumbrantes, enciclopédicas, que sólo parecen darse, en nuestra época, por las tierras americanas. Se le considera el maestro del cuento latinoamericano, especialmente de tema rural; uno de los autores que en el pasado siglo transitaron del realismo y el criollismo –junto a figuras como Rómulo Gallegos y José Eustasio Rivera-, a la prefiguración del realismo mágico, vinculado a los nombres de Miguel Ángel Asturias y Arturo Uslar Pietri. En mi opinión, la cuentística de Bosch desarrolla y enclava certeramente en la realidad caribeña los recursos y mecanismos estilísticos empleados por Horacio Quiroga, cuya red de relaciones podemos extender a Maupassant, Chéjov y a Edgar Allan Poe. Hay en el dominicano una técnica similarmente depurada, una extraordinaria economía de medios y una cuidadosa armazón del artefacto literario, a lo que agrega la particular ambientación del paisaje, las formas específicas del habla popular y una aguda percepción de la tragedia humana y los problemas sociales. La obra narrativa de Bosch ronda aproximadamente las seis decenas de cuentos y dos significativas novelas, representativas de un ejercicio permanente que no ha dejado de ponderar la crítica especializada.
Pero, ¿qué se proponía el autor con esta amplia producción literaria? ¿Cuál era, en última instancia su poética, su visión artística? Lo primero que salta a la vista es que, no obstante todo el trasfondo social, sus cuentos no son panfletarios. El Bosch escritor no es un servil portavoz del político, aunque no hay ruptura epistemológica entre uno y otro, sino armónica complementación. El artista crea su obra desde su cosmovisión, pero lo hace como artista. Creo que ésta es una de las lecciones fundamentales que nos ha dejado Juan Bosch. El hombre comprometido absolutamente con los ideales libertarios y la justicia social supo siempre que la literatura no es propaganda, sino arte; que el cuento no es un manifiesto, sino una manifestación del espíritu. En literatura se puede y se debe hablar de la pobreza, pero no se vale ser pobre de estilo. La narración tiene que penetrar en el sufrimiento humano, pero hasta el dolor debe ser bello e interesante. No hay tema más desgarrador, ni que lastime más la sensibilidad que el abuso, la injusticia, las condiciones infrahumanas en que viven los olvidados de siempre. Y, sin embargo, la literatura no es la simple descripción de una golpiza, por cruel que resulte, sino el golpe abrumador de las palabras sobre el alma y la inteligencia del lector. Toda la obra de Bosch denuncia cuando enuncia; demuestra cuando muestra; fustiga al poderoso, critica el sistema, ataca la inequidad, mientras describe los sentimientos de los humildes, exhibe sus condiciones de vida, recrea el micromundo insertado en la absurda realidad circunstancial. Su técnica es como una placa fotográfica, cuya inversión permite revelar el retrato de la vida entera.
Apoyado en una excelente realización estética, el autor dominicano penetra en las profundidades del ser humano, sometido a lo doble angustia de existir, vagar por la tierra sin saber por qué vinimos, ni hacia dónde vamos, como dijo Darío, y al mismo tiempo ser explotado, vejado y aplastado por otro individuo, por la sociedad. Habría, además, una cadena de filosas espinas, atada al cuello del Otro, es decir el indio, el negro, la mujer, el indefenso. Así lo vio Bosch, por ejemplo, en un cuento brevísimo y terrible que es parte obligada en cualquier antología latinoamericana. Me refiero a “La Mujer”, un texto sobrecogedor en el que una mujer es brutalmente golpeada por su marido debido a que no vendió un poco de leche y prefirió dársela al pequeño hijo de los dos. Este cuento data de 1933 y es uno de los primeros textos que he encontrado en nuestra literatura donde de manera directa se narra, con una excepcional maestría artística, la abnegación y el maltrato físico que sufre una pobre mujer .
“La mancha indeleble” es otro de sus textos paradigmáticos, cargado de matices surrealistas pero de una enorme significación simbólica. Como en un sueño, un hombre entra a una habitación donde hay vitrinas repletas de cabezas. Una voz le dice que entregue él su cabeza y le da instrucciones acerca de cómo quitársela. El hombre reclama. No puede quitarse la cabeza así como así: “… ella está llena de mis ideas, de mis recuerdos. Es el resumen de mi propia vida. Además, si me quedo sin ella, ¿con qué voy a pensar?” No le hace falta, contestan. Aquí no tiene que pensar. De algún modo, el hombre logra escapar y se esconde. Un día escucha un fragmento de conversación en un café, alguien se queja de su huída “después que ya estaba inscrito”. El personaje siente miedo y la historia concluye de este modo: “Pues en verdad ignoro si los dos hombres eran miembros o eran enemigos del Partido”. Con sólo esas dos líneas Bosch retrata una dramática situación que podría aplicarse a la época del estalinismo, al fundamentalismo de los talibanes o al discurso dogmático de las dictaduras. En dichos casos, el individuo no necesita la cabeza, no tiene que pensar. Debe renunciar al más preciado don, la libertad; a su verdadera condición de ser pensante, capaz de discernir, recordar, amar, equivocarse, volver a empezar.
“Escribir cuentos –asentó Bosch- es una tarea seria y además hermosa. Arte difícil, tiene el premio en su propia realización. Hay mucho que decir sobre él. Pero lo más importante es esto: el que nace con la vocación de cuentista trae al mundo un don que está en la obligación de poner al servicio de la sociedad…” Así lo practicó ese hombre de la isla verde que por ese Caribe suyo y esta América nuestra escribió, padeció la errancia del exilio; emprendió con nuevos bríos sus proyectos políticos y sociales; retornó a la trinchera y finalmente partió en medio del reconocimiento continental. Todo él fue congruencia, ejemplo, iluminación.
Hace cien años el mundo era diferente, aunque todavía está abierta la caja de Pandora y desatados, sin freno, persisten los Males. Pero en su fondo de hierro tenemos ahora, junto a la azul mariposa, el brillante legado de Juan Bosch. Hay guerras, injusticias, crisis financiera a escala global, incertidumbres, dolor en los huesos de la armazón humana. Frente a todo eso podemos hoy celebrar, esperanzados y alegres, el centenario de su natalicio, repitiendo unos versos de su gran coterráneo Franklin Mieses Burgos:
“Puede ser; no lo niego; pero ahora, entre tanto,
bailemos un merengue que nunca más se acabe,
bailemos un merengue hasta la madrugada,
Que un hondo río de llanto tendrá que correr siempre
para que no se extinga la sonrisa del mundo…
[..] Bailemos un merengue que nunca más se acabe,
bailemos un merengue hasta la madrugada:
el furioso merengue que ha sido nuestra historia”
Ciudad de México, a 8 de febrero de 2008