martes, 1 de julio de 2008

Lewis Carroll y la Corte de Apelaciones de Washington

La realidad supera la fantasía, escribió alguna vez el Poeta. Hoy, leyendo las últimas noticias de CNN, obviamente en la Red, encuentro algo alentador. La Justicia, léase aquí la Corte de Apelaciones en Washington, Estados Unidos, ha dictaminado sobre un caso apoyándose, nada más y nada menos, que en un texto de mi admirado Lewis Carroll, de cuyas obras aprendo constantemente. Transcribo un fragmento de la información noticiosa, que por sí mismo se explica:
“WASHINGTON (CNN, 1st of July, 2008) -- A federal appeals court has slammed the reliability of U.S. government intelligence documents, saying just because officials keep repeating their assertions does not make them true. A three-judge panel from the U.S. Court of Appeals in Washington likened the Bush administration's case to a line in an 1876 nonsense poem by Lewis Carroll: "I have said it thrice: What I tell you three times is true."
Portions of the court's findings were released a week ago, including a ruling that a Chinese Muslim accused of being a foreign fighter was wrongly imprisoned. The full ruling was released Monday. Hazaifa Parhat is being held by the U.S. military at the Guantanamo Bay Naval Base in Cuba. In its ruling, the court ordered that Parhat be released or transferred, or that a hearing be held quickly to determine whether he is being held properly.
The judges criticized the government for offering unsubstantiated evidence, and referred to Carroll's poem,"The Hunting of the Snark," in which the line is uttered by a pompous character called the Bellman.
"The government suggests that several of the assertions in the intelligence documents are reliable because they are made in at least three different documents," wrote Judge Merrick Garland. "We are not persuaded. Lewis Carroll notwithstanding, the fact the government has 'said it thrice' does not make the allegation true. In fact we have no basis for concluding that there are independent sources for the documents' thrice-made assertions."
The court also ruled the military improperly labeled Parhat as an "enemy combatant," marking the first time a Guantanamo Bay detainee has been given an opportunity in a civilian court to seek his release. The decision throws into serious doubt the underlying reasons for keeping Parhat in custody for more than six
The Carroll poem is similar to many of his other works, nonsensical in nature, described by the author as an account of "the impossible voyage of an improbable crew to find an inconceivable creature." Carroll, who lived from 1832 to 1898, is best known for the children's fantasy "Alice's Adventures in Wonderland"…
Como se observa, Carroll sigue vigente. Y esto se debe, en mi opinión, al hecho ineludible de que el gran autor mostró claramente la doble naturaleza del absurdo que vivimos, en primer término porque es pura elucubración de nuestras mentes, y asimismo gracias a la polisemia de la realidad. Hace algunos años, en un breve mensaje a mis alumnos de Letras, escribí algo que parece confirmar la agudeza de la decisión tomada hoy por la Corte de Apelaciones de Washington, también un nonsense en un mundo de locos:
Muy al estilo de Lewis Carroll no comenzaré por hablar de Alicia en el país de las maravillas, sino de Silvia y Bruno, un libro al que nuestro autor dedicó los últimos veinte años de su vida y cuya sustancia artística procede íntegramente del mundo inasible de los sueños. Pero tampoco hablaré exactamente de Silvia y Bruno, que sigue siendo un casi inaccesible texto de culto. Ni voy a presentar aquí algunas brillantes ideas propias, surgidas de una profunda reflexión de mi magín. Voy, sencillamente, a citar las palabras del mismo Lewis Carroll quien, al explicar la teoría que estaba detrás de su relato, escribió lo siguiente:
“... Es un intento de visualizar lo que podría pasar, suponiendo que realmente existieran las hadas, y que fueran visibles para nosotros de cuando en cuando, y nosotros para ellas, y que de cuando en cuando pudieran asumir la forma humana, y suponiendo también que los seres humanos pudieran a veces tener conciencia de lo que ocurre en el mundo de las Hadas por medio de una transferencia de hecho de su esencia inmaterial, como las que encontramos en el ‘Budismo Esotérico’.
He partido del supuesto de que un ser humano es capaz de participar de varios estados psíquicos, con diversos niveles de conciencia, como los siguientes:
a) El estado ordinario, en el que no existe ninguna conciencia de la presencia de las Hadas
b) El estado ‘extraño’, en el cual, aún siendo consciente de nuestro entorno real, existe también la consciencia de la presencia de Hadas.
c) Una forma de trance, en la cual, aún faltando la consciencia del entorno real y estando aparentemente sumido en el sueño, el hombre (es decir, su esencia inmaterial) emigra a otros territorios, del mundo real o del mundo de las Hadas, siendo consciente de la presencia de éstas.....” (Carroll, Lewis, “Prefacio”, en: Silvia y Bruno, Madrid: Ediciones Felmar, 1975, UIA 4611 S9 v.2)
Tras la cita anterior, creo que a los fines de esta ponencia lo mejor sería atenernos a las instrucciones del Rey en el tribunal de justicia. ¿Recuerdan?:
“El Conejo Blanco se caló los anteojos.
- Con la venia de Su Majestad –preguntó- ¿por donde empiezo?
- Comienza por el comienzo –dijo, muy gravemente, el Rey- y sigue hasta que llegues al final; entonces, paras” (Carroll, Lewis, Alicia en el país de las maravillas, Barcelona: Plaza & Janés Editores, S.A., 1988)
Empecemos, pues, por el principio, aunque no estoy muy seguro de dónde está el final, ni de cuándo parar. En nuestras clases de Hermenéutica hemos descubierto todos que hay, cierta e inobjetablemente, hadas y hasta hadas bizcas. Carroll nos propuso hace más de cien años: que las Hadas existen -incluyendo las bizcas, que ni siquiera imaginó Walt Disney., porque son posibles. Desde el punto de vista de la literatura, esto es fundamental. Para nosotros, como creadores de textos literarios o como lectores y recreadores de dichos textos, lo importante no es que las Hadas (es decir, las fantasías) sean o no sean construcciones lógicas de nuestras mentes. Ellas son reales, viven, las inventemos o no, porque podemos imaginarlas.
En Alicia en el país de las maravillas, Carroll se empeña, una y otra vez, en deconstruir las nociones vigentes, señalándonos la posibilidad de que las cosas, la vida, el mundo, los sueños, nosotros mismos, tengamos una interpretación diferente. Cito, al azar:
“La Oruga y Alicia se miraron un rato en silencio. Al fin, la Oruga se quitó el narguile de la boca y se dirigió a Alicia, con voz lánguida y soñolienta:
- ¿Quién eres Tú?”
No era una pregunta alentadora para iniciar una conversación. Alicia, un poco intimidada, contestó:
- Pues, yo... yo, ahora mismo, señora, ni lo sé... Sí sé quién era cuando esta mañana me levanté, pero ha debido de cambiar varias veces desde entonces” (Carroll, Lewis, edic., cit., página 57)”
No sabemos quiénes somos en cada momento, ni podemos determinar quiénes son o no son en cada momento. Todo es real y es posible al mismo tiempo, y la función de la literatura es romper constantemente esa barrera absurda entre la imaginación y la realidad. No seríamos humanos, dicho sea simplemente, sin imaginación. Sin hadas bizcas, aunque ellas no hayan sido retratadas por Miguel Ángel, o no aparezcan en los filmes de Stanley Kubrick. Las hadas bizcas, trigueñas, rubias, cojas o aladas, son las mismas Hadas de Carroll, de las que tenemos o no tenemos conciencia en nuestras vidas cotidianas, pero cuya magia nos desborda y nos demuestra que, más allá de nosotros mismos, el mundo está lleno de Conejos Blancos, de Falsas Tortugas y de Reinas de Corazones.
Los estudiantes y los maestros de Letras, los amigos de la literatura, y los sencillos y eternos entusiastas de la imaginación, tenemos una gran deuda con aquel estricto profesor de matemáticas que en la vida real se llamó Charles Lutwidge Dodgson, un hombre que se atrevió a pensar en las Hadas, en nuestras hadas bizcas, en el mundo absurdo y unilateral que pretendió ofrecernos la Inglaterra victoriana y nos endilga ahora el ambiguo mensaje del posmodernismo.
Carroll nos demostró que debemos reírnos, e incluso burlarnos de todo esto. El mundo es más absurdo de lo que esperábamos: podemos despeñarnos en la economía de mercado; estamos sometidos a los valores miserables de la vida diaria, donde tener es más que ser; pero nunca, nunca, aceptaremos que no hay respuestas, ni esperanzas posibles. Alicia siempre encuentra la ruta de regreso. Así, el mundo, para Alicia, volvería a ser de la siguiente forma:
“Sentada, con los ojos cerrados, la muchacha creía en el País de las Maravillas, aunque supiera que con sólo abrir de nuevo los ojos, todo recobraría su insípida realidad...” (Carroll, 132)

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